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sábado, 22 de maio de 2010

O Fazedor

Nunca se havia demorado nos gozos da memória. As impressões resvalavam sobre ele, momentâneas e vívidas; o cinábrio de um oleiro, a abóbada carregada de estrelas que também eram deuses, a lua, donde tinha caído um leão, a lisura do mármore sob as lentas gemas sensíveis, o sabor da carne de javali, que gostava de dilacerar com dentadas brancas e bruscas, uma palavra fenícia, a sombra negra que uma lança projecta na areia amarela, a proximidade do mar ou das mulheres, o pesado vinho cuja aspereza era mitigada pelo mel eram capazes de abarcar por inteiro o âmbito da sua alma. Conhecia o terror mas também conhecia a cólera e a coragem, e uma vez foi o primeiro a escalar um muro inimigo. Ávido, curiosos, casual, sem outra lei que não a fruição e a indiferença imediata, andou pela variada terra e contemplou, numa e noutra costa do mar, as cidades dos homens e os seus palácios. Nos mercados populosos ou ao pé de uma montanha de cimo incerto, onde podia perfeitamente haver sátiros, fora-lhe dado ouvir complicadas histórias, que recebeu como recebia a realidade, sem indagar se eram verdadeiras ou falsas.
Gradualmente, o formoso universo foi-o abandonando; uma obstinada neblina apagou-lhe a linha das mão, a noite despovoou-se de estrelas, a terra tornou-se-lhe insegura debaixo dos pés. Tudo se afastava e tornava confuso. Quando soube que estava a ficar cego, gritou; o poder estóico ainda não tinha sido inventado e Heitor podia muito bem fugir sem menosprezo. Não mais verei (sentiu) nem o céu cheio de pavor mitológico, nem essa cara que os anos hão-de transformar. Dias e noites passaram sobre esse desespero da sua carne, mas uma manhã acordou, olhou (já sem assombro) as nebulosas coisas que o rodeavam e inexplicavelmente sentiu, como quem reconhece uma música ou uma voz, que já lhe tinha acontecido tudo isso e que tudo isso havia encarado com temor, mas também com júbilo, esperança e curiosidade. Desceu então até à sua memória, que lhe pareceu interminável e conseguiu arrancar àquela vertigem a recordação perdida que reluziu como uma moeda debaixo de chuva, talvez por nunca a ter olhado, a não ser porventura num sonho.
A recordação era a seguinte: Um outro rapaz tinha-o injuriado e ele tinha corrido para junto do pai e contara-lhe a história. O pai deixou-o falar como se não lhe desse ouvidos ou não compreendesse e dependurou da parede um punhal de bronze, muito belo e carregado de poder, que o rapaz havia cobiçado furtivamente. Agora tinha-o nas mãos e a surpresa da posse anulou a injúria sofrida, mas a voz do pai fez-se ouvir: Que alguém saiba que és um homem. E havia uma ordem na voz. A noite cegava os caminhos; abraçado ao punhal, em que pressentia uma força mágica, desceu a brusca ladeira que rodeava a casa e correu até à beira-mar, sonhando-se Ajax e Perseu e povoando as feridas e de batalhas a obscuridade salobra. O sabor preciso daquele instante era o que ele procurava. Queria lá saber do resto: as afrontas do desafio, o torpe combate, o regresso com a lâmina a sangrar.
Outra lembrança, em que também havia uma noite e uma iminência de aventura, desprendeu-se daquela. Uma mulher - a primeira que os deuses lhe proporcionaram - esperara por ele na sombra dum hipogeu, e ele pôs-se à procura dela através de galerias que eram como redes de pedra e através dos despenhadeiros que se dissolviam na sombra. Por que motivo chegavam até ele essas memórias e por que razão lhe chegavam sem amargura, como uma mera prefiguração do presente?
Não sem grave assombro compreendeu. Naquela noite, dos seus olhos mortais, a que agora descia, esperavam-no também o amor e o risco. Ares e Afrodite, porque já adivinhava (porque já o cercava) um rumor de glória e de hexâmetros, um rumor de homens que defendem um templo que os deuses não salvarão e de baixéis negros que procuram no mar uma ilha querida, o rumor das Odisseias e Ilíadas que era o seu destino cantar e deixar ressoando concavamente na memória humana. Sabemos estas coisas, mas desconhecemos as que sentiu ao descer à última sombra.




Jorge Luis Borges. Poemas Escolhidos. Edição bilingue.
Selecção e Trad. Ruy Belo. Dom Quixote, Lisboa, 2003, pp 69-73.

quarta-feira, 7 de abril de 2010

Casi juicio final

Mi callejero no hacer nada vive y se suelta por la variedad de la noche.
La noche es una fiesta larga y sola.
En mi secreto corazón yo me justifico y ensalzo:
He atestiguado el mundo; he confesado la rareza del mundo.
He cantado lo eterno: clara luna volvedora y las mejillas que apetece el amor.
He conmemorado con versos las ciudad que me ciñe y los arrabales que me desgarran.
He dicho asombro donde otros dicen solamente costumbre.
A los antepasados de mi sangre y a los antepasados de mis sueños he exaltado y
cantado.
He sido y soy.
He trabado en firmes palabras mi sentimiento que pudo haberse disipado en ternura.
El recuerdo de una antigua vileza vuelve a mi corazón.
Como el caballo muerto que la marea inflige en la playa, vuelve a mi corazón.
Aún están a mi lado, sin embargo, las calles y la luna.
El agua sigue siendo dulce en mi boca y las estrofas no me niegan su gracia.
Siento el pavor de la belleza; ¿quién se atreverá a condenarme si esta gran luna de mi
soledad me perdona?



Jorge Luis Borges in Luna de enfrente(1925) -Versión transcripta por José Ignacio Márquez.,p. 19.

Calle con almacén rosado

Ya se le van los ojos a la noche en cada bocacalle
y es como una sequía husmeando lluvia.
Ya todos los caminos están cerca,
y hasta el camino del milagro.
El viento trae el alba entorpecida.
El alba es nuestro miedo de hacer cosas distintas y se nos viene encima.
Toda la santa noche he caminado
y su inquietud me deja
en esta calle que es cualquiera.
Aquí otra vez la seguridad de la llanura
en el horizonte
y el terreno baldío que se deshace en yuyos y alambres
y el almacén tan claro como la luna nueva de ayer tarde.
Es familiar como un recuerdo la esquina
con esos largos zócalos y la promesa de un patio.
¡Qué lindo atestiguarte, calle de siempre, ya que te miraron tan pocas cosas mis días!
Ya la luz raya el aire.
Mis años recorrieron los caminos de la tierra y del agua
y sólo a vos te siento, calle dura y rosada.
Pienso si tus paredes concibieron la aurora,
almacén que en la punta de la noche eres claro.
Pienso y se me hace voz ante las casas
la confesión de mi pobreza:
no he mirado los ríos ni la mar ni la sierra,
pero intimó conmigo la luz de Buenos Aires
y yo forjo los versos de mi vida y mi muerte con esa luz de calle.
Calle grande y sufrida,
eres la única música de que sabe mi vida.



Jorge Luis Borges in Luna de enfrente(1925) -Versión transcripta por José Ignacio Márquez.,p.7

terça-feira, 6 de abril de 2010

Singladura

El mar es una espada innumerable y una plenitud de pobreza.
La llamarada es traducible en ira, el manantial en tiempo, y la cisterna en clara
aceptación.
El mar es solitario como un ciego.
El mar es un antiguo lenguaje que ya no alcanzo a descifrar.
En su hondura, el alba es una humilde tapia encalada.
De su confín surge el claror, igual que una humareda.
Impenetrable como la piedra labrada
persiste el mar ante los muchos días.
Cada tarde es un puerto.
Nuestra mirada flagelada de mar camina por su cielo:
Última playa blanda, celeste arcilla de las tardes.
¡Qué dulce intimidad la del ocaso en el huraño mar!
Claras como una feria brillan las nubes.
La luna nueva se ha enredado a un mástil.
La misma luna que dejamos bajo un arco de piedra y cuya luz agraciará los sauzales.
En la cubierta, quietamente, yo comparto la tarde con mi hermana, como un trozo de
pan.


Jorge Luis Borges in Luna de enfrente(1925) -Versión transcripta por José Ignacio Márquez.,pp 15.
Hacia 1905, Hermann Bahr decidió: "El único deber, ser moderno". Veintitantos
años después, yo me impuse también esa obligación del todo superflua.
Ser moderno es ser contemporáneo, ser actual: todos fatalmente lo somos.
Nadie -fuera de cierto aventurero que soñó Wells- ha descubierto el arte de
vivir en el futuro o en el pasado. No hay obra que no sea de su tiempo:
la escrupulosanovela histórica Salammbô, cuyos protagonistas son los
mercenarios de las guerras púnicas, es una típica novel francesa del siglo XIX.
Nada sabemos de la literatura de Cartago, que verosímilmente fue rica,
salvo que no podía incluir un libro como el de Flaubert. (...)




J.L.B.
Buenos Aires, 25 de Agosto de 1969
Jorge Luis Borges in Luna de enfrente(1925) -Versión transcripta por José Ignacio Márquez.

terça-feira, 30 de março de 2010

AMOROSA ANTICIPACIÓN

Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta
ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña,
ni la sucesión de tu vida asumiendo palabras o silencios
serán favor tan misterioso
como el mirar tu sueño implicado
en la vigilia de mis brazos.
Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño,
quieta y resplandeciente como una dicha que la memoria elige,
me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes,
Arrojado a quietud
divisaré esa playa última de tu ser
y te veré por vez primera, quizá,
como Dios ha de verte,
desbaratada la ficción del Tiempo
sin el amor, sin mí.


Jorge Luis Borges in Luna de enfrente(1925) -Versión transcripta por José Ignacio Márquez.,pp 9.

PARA UNA CALLE DEL OESTE

Me darás una ajena inmortalidad, calle sola.
Eres ya sombra de mi vida.
Atraviesas mis noches con ti segura rectitud de estocada.
La muerte -tempestad oscura e inmóvil- desbandará mis horas.
Alguien recogerá mis pasos y usurpará mi devoción y esa estrella.
(La lejanía como un largo viento ha de flagelar su camino.)
Aclarado de noble soledad, pondrá una misma anhelación en tu cielo.
Pondrá esa misma anhelación que yo soy.
Yo resurgiré en su venidero asombro de ser.
En ti otra vez:
Calle que dolorosamente como una herida te abres.



Jorge Luis Borges in Luna de enfrente(1925) -Versión transcripta por José Ignacio Márquez.,pp 22.

domingo, 21 de março de 2010

Arte Poética

Olhar o rio que é de tempo e água
E recordar que o tempo é outro rio,
Saber que nos perdemos como o rio
E que os rostos passam como água.

Sentir que a vigília é outro sono
Que sonha não sonhar e que a morte
Que teme a nossa carne é essa morte
De cada noite, que se chama sono.

Ver no dia ou até no ano um símbolo
Quer dos dias do homem quer dos anos,
Converter a perseguição dos anos
Numa música, um rumor e um símbolo,

Ver só na morte o sono, no ocaso
Um triste ouro, assim é a poesia
Que é imortal e pobre. A poesia
Volta como a aurora e o ocaso

Às vezes certas tardes uma cara
Olha-nos do mais fundo dum espelho;
A arte deve ser como esse espelho
Que nos revela a nossa própria cara.

Contam que Ulisses, farto de prodígios
Chorou de amor ao divisar Ítaca
Verde e humilde, A arte é essa Ítaca
De verde eternidade e não prodígios.

Também é como o rio interminável
Que passa e fica e é cristal dum mesmo
Heraclito inconstante, que é o mesmo
E é outro, como o rio interminável.


Jorge Luis Borges in Poemas Escolhidos. Edição bilingue.
Selecção e Trad. Ruy Belo. Dom Quixote, Lisboa, 2003, pp.63-65
(...)

Está sozinho, sonhando-se. (Que a glória
É uma das maneiras do olvido.)

Pelos vidros a iluminação
Duma tarde mais toca o livro de couro
E outra vez arde outra se gasta o ouro
Que envaidece a encardenação.

Na solitária sala o silencioso
Livro viaja no tempo. As auroras
Ficam p'ra trás e as nocturnas horas
E a minha vida, sonho pressuroso.


(excerto do poema Ariosto e os árabes)


Jorge Luis Borges in Poemas Escolhidos. Edição bilingue.
Selecção e Trad. Ruy Belo. Dom Quixote, Lisboa, 2003, pp.57

segunda-feira, 15 de março de 2010

O Tango

Onde estarão? Pergunta a elegia
Sobre os que já não são, como se houvesse
Uma região onde o Ontem pudesse
Ser o Hoje, o Ainda, o Todavia.

Onde estará (repito) esse selvagem
Que ergueu, em tortuosas azinhagas
De terra ou em perdidas plagas,
A seita do punhal e da coragem?

Onde estarão aqueles que passaram,
Deixando à epopeia um episódio,
Uma fábula ao tempo, e que sem ódio,
Lucro ou paixão de amor se esfaquearam?

Procuro-os na lenda, na apagada
Brasa que, como uma indecisa rosa,
Conserva dessa chusma valorosa
De Corrales e Balvanera um nada.

Que escuras azinhagas ou que ermo
Do outro mundo habitará a dura
Sombra daquele que era sombra escura,
Muranã, essa faca de Palermo?

E esse Iberra (tenham dele piedade
Os santos) que na ponte duma via,
Matou o irmão, Ñato, que devia
Mais mortes que ele, ficando em igualdade?

Uma mitologia de punhais
No esquecimento aos poucos se desgasta.
E dispersou-se uma canção de gesta
Em sórdidas notícias policiais.

Há outra brasa, outra candente rosa
Dos seus restos totais conservadores;
Aí estão os soberbos matadores
E o peso da adaga silenciosa.

Embora a adaga hostil ou essa adaga,
O tempo, os dispersassem pelos lodos,
Hoje, p'ra além do tempo e da aziaga
Morte, no tango vivem eles todos.

Na música prosseguem, na mensagem
Das cordas da viola trabalhosa,
Que tece na toada venturosa
A festa, a inocência da coragem.

Vejo a roda amarela circular
Com leões e cavalos, oiço o eco
Desses tangos de Arolas e de Greco
Que vi bailar no meio da vereda,

Num instante que emerge hoje isolado,
Sem antes nem depois, contra o olvido,
E que tem o sabor do que, perdido,
Perdido está mas foi recuperado.

Os acordes conservam velhas cousas:
Ou a parreira ou o pátio ancestral.
(E por trás das paredes receosas
O Sul tem uma viola, um punhal.)

O tango, essa rajada, diabrura,
Os trabalhosos anos desafia;
Feito de pó e tempo, o homem dura
Menos que a leviana melodia,

Que é tempo somente. O tango cria
Um passado irreal, real embora.
Recordação que não pôde ir-se embora
Morta na luta, algures na periferia.


Jorge Luis Borges in Poemas Escolhidos. Edição bilingue. Selecção e Trad. Ruy Belo.
Dom Quixote, Lisboa, 2003, pp.43-47

sábado, 13 de março de 2010

Limites

Destas ruas que afundam o poente
Uma (mas qual?) já tenho percorrido
Pela última vez, indiferente
E sem adivinhá-lo, submetido

A Quem prefixa omnipotentes normas
E uma secreta e rígida medida
Às sombras e aos sonhos e às formas
Que destecem e tecem esta vida.

Se para tudo há um termo e há medida,
Última vez e nunca mais e olvido,
Nesta casa de que pessoa querida
Nos despedimos sem ter sabido?

A noite cessa p'ra lá da vidraça
E da pilha dos livros que truncada
Sombra pela indecisa mesa espaça
Há-de havê-los dos quais não lemos nada.

No Sul ao menos um portão arruinado
Existe com jarrões de alvenaria
E nopais dentro, que me está vedado
Como se fosse uma litografia.

Fechaste alguma porta pela certa
E para sempre. Um espelho em vão te aguarda.
Julgavas a encruzilhada aberta
E Jano quadrifonte está de guarda.

Entre as tuas memórias uma existe
Que sem remédio se veio a perder;
Àquela fonte não te hão-de ver
Descer o branco sol, a lua triste.

Não volta a tua voz a quanto o persa
Disse em língua de aves e de rosas,
Quando ao sol-pôr, perante a luz dispersa,
Quiseres dizer inolvidáveis cousas.

E o incessante Ródano e o lago,
Esse ontem, sobre o qual hoje me inclino,
Tão perdido estará como Cartago,
Sepulta em fogo e sal pelo latino?

Parece-me na alva que soou
Vivo rumor de gente. Assim vos vais,
(Foi tudo quem me quis e me olvidou)
Espaço e tempo e Borges já deixais.


Jorge Luis Borges in Poemas Escolhidos. Edição bilingue. Selecção e Trad. Ruy Belo.
Dom Quixote, Lisboa, 2003, pp.31-33

terça-feira, 2 de março de 2010

BORGES E EU

É ao outro, a Borges, que acontecem as coisas. Eu caminho por Buenos Aires e demoro-me, talvez já mecanicamente, a olhar o arco de um alpendre e o guarda-vento; de Borges tenho notícias pelo correio e vejo o seu nome num grupo de professores ou num dicionário biográfico. Gostos dos relógios de areia, dos mapas, da tipografia do século XVIII, do sabor do café e da prosa de Stevenson; o outro compartilha dessas preferências, mas de um modo vaidoso, que as converte em atributos de um actor. Seria exagerado afirmar que as nossas relações são hostis; eu vivo, eu deixo-me viver, para que Borges possa tecer a sua literatura e essa literatura justifica-me. Nada me custa confessar que conseguiu certas páginas válidas, mas essas páginas não me podem salvar,talvez porque o que é bom já não é de ninguém, nem sequer do outro, mas sim da linguagem ou da tradição. Além do mais, eu estou destinado a perder-me, definitivamente, e apenas algum instante meu poderá sobreviver no outro. A pouco e pouco vou cedendo-lhe tudo, embora não desconheça o seu perverso costume de falsear e de magnificar. Spinoza entendeu que todas as coisas querem perseverar no seu ser; a pedra quer eternamente ser pedra e o tigre um tigre. Eu hei-de ficar em Borges, não em mim (se é que sou alguém), mas reconheço-me menos nos seus livros que em muitos outros ou que no laborioso zangarreio de uma viola. Há anos procurei libertar-me dele e passei das mitologias do arrabalde aos jogos com o tempo e com o infinito, mas esses jogos são agora de Borges e terei de idealizar outras coisas. Assim, a minha vida é uma fuga e perco tudo e tudo é do esquecimento ou do outro.
Não sei qual dos dois escreve esta página.

Jorge Luis Borges in Poemas Escolhidos. Edição bilingue. Selecção e Trad. Ruy Belo.
Dom Quixote, Lisboa, 2003, pp.99

terça-feira, 16 de fevereiro de 2010

Poema Conjectural

O doutor Francisco Laprida, assassinado no dia
22 de Setembro de 1829 pelos «montoneros» de
Aldao, pensa antes de morrer:
Zumbem as balas pela tarde última
Há vento e há cinzas sobre o vento,
dispersam-se o dia e a batalha
disforme, e a vitória é dos outros.
Triunfam os bárbaros, os gaúchos.
Eu, que estudei as leis e mais os cânones,
eu, Francisco Narciso de Laprida,
cuja voz declarou a independência
destas cruéis províncias, derrotado,
de sangue e de suor manchado o rosto,
sem esperança nem medo e perdido,
vou para Sul por arrabaldes últimos.
Como aquele capitão do Purgatórioque,
debandando a pé e ensanguentado
o plaino, a morte fez cegar, tombar
lá onde um rio obscuro perde o nome,
assim hei-de eu cair. Hoje é o termo.
A noite lateral de infindos pântanos
espia-me e demora-me. Oiço os cascos
da minha quente morte que me busca
com ginetes, com belfos e com lanças.
Eu que ansiei ser outro, ser um homem
de sentenças, de livros, de ditames,
sob o céu jazerei entre lameiros;
mas endeusa-me o peito inexplicável
um júbilo secreto. Entretanto enfim
o meu destino sul-americano.
A esta fatal tarde me levava
o labirinto múltiplo de passos
que meus dias teceram desde um dia
da meninice. Descobri por fim
a recôndita chave dos meus anos,
a sorte de Francisco de Laprida,
a letra que faltava, essa perfeita
forma que soube Deus desde o princípio.
No espelho desta noite recupero
o meu insuspeitado rosto eterno.
Vai-se fechar o círculo e aguardo.
Pisam meus pés a sombra dessas lanças
que me buscam. A mofa já da morte,
os ginetes, as crinas, os cavalos
adejam sobre mim...Já o primeiro
golpe me fende o peito, o duro ferro,
a faca interior sobre a garganta.
Jorge Luis Borges in Poemas Ecolhidos. Edição bilingue. Trad. e
selecção de Ruy Belo. Dom Quixote, 2003., pp.17/19

segunda-feira, 7 de setembro de 2009

«Se te tivesses batido como um homem, não te enforcariam como um cão.» (pp.30)

Jorge Luis Borges
in História Universal da Infâmia
(1935)

sábado, 5 de setembro de 2009

Amorosa anticipación

Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta
ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña,
ni la sucesión de tu vida asumiendo palabras o silencios
serán favor tan misterioso
como el mirar tu sueño implicado
en la vigilia de mis brazos.
Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño,
quieta y resplandeciente como una dicha que la memoria elige,
me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes,
Arrojado a quietud
divisaré esa playa última de tu ser
y te veré por vez primera, quizá,
como Dios ha de verte,
desbaratada la ficción del Tiempo
sin el amor, sin mí.

Jorge Luis Borges
in Luna de Enfrente, (1925)

Jactancia De Quietud

Escrituras de luz embisten la sombra, más prodigiosas que meteoros.
La alta ciudad inconocible arrecia sobre el campo.
Seguro de mi vida y de mi muerte, miro los ambiciosos y quisiera entenderlos.
Su día es ávido como el lazo en el aire.
Su noche es tregua de la ira en el hierro, pronto en acometer.
Hablan de humanidad.
Mi humanidad está en sentir que somos voces de una misma penuria.
Hablan de patria.
Mi patria es un latido de guitarra, unos retratos y una vieja espada,
la oración evidente del sauzal en los atardeceres.
El tiempo está viviéndome.
Más silencioso que mi sombra, cruzo el tropel de su levantada codicia.
Ellos son imprescindibles, únicos, merecedores del mañana.
Mi nombre es alguien y cualquiera.
Paso con lentitud, como quien viene de tan lejos que no espera llegar.

Jorge Luis Borges
in Luna de Enfrente, (1925)

quarta-feira, 5 de agosto de 2009

A tarde

As tardes que serão e têm sido
são uma só, inconcebivelmente.
São um claro cristal, só e dolente,
inacessível ao tempo e seu olvido.
São os espelhos dessa tarde eterna
que num céu se entesoura.
Naquele céu então o peixe, a aurora
a balança, a espada e a cisterna.
Um e todos os arquétipos. Assim Plotino
nos ensina nos seus livros, que são nove;
pode bem ser que a nossa vida breve
seja um reflexo fugaz do divino.
A tarde elementar ronda a casa.
A de ontem, a de hoje, a que não passa.

Jorge Luis Borges (1985)
in Os conjurados
Editora Difel, 2 ª ed.
Tradução de Maria Piedade M. Ferreira e
Salvato Teles de Meneses

terça-feira, 21 de julho de 2009

A vasta procura

Anterior ao tempo ou fora do tempo (ambas
as frases são vãs) ou num lugar que não é do espaço,
há um animal invisível, e talvez diáfano,
que nós homens procuramos e que nos procura.
Sabemos que não pode ser medido, Sabemos que
não pode ser contado, porque as formas que o
somam são infinitas.
Há quem o tenha procurado num pássaro, e
feito de pássaros; há quem o tenha procurado numa
palavra ou nas letras dessa palavra; há quem
o tenha procurado, e o procure, num livro anterior
ao arábico em que foi escrito, e anterior ainda a todas
as coisas; há quem o procure na frase Sou O Que Sou.
Como as formas universais da escolástica ou os
arquétipos de Whitehead, costuma descer, fugazmente.
Dizem que habita os espelhos, e quem se olha O olha.
Há quem o veja ou entreveja na formosa memória
de uma batalha ou em cada paraíso perdido.
Conjectura-se que o seu sangue lateja no teu
sangue, que todos os seres o engendram e foram
engendrosos por ele e que basta inventar uma
clepsidra para medir a sua eternidade.
Espreita nos crepúsculos de turnos, no olhar de
uma mulher, na antiga cadência do hexâmetro,
na ignorante aurora, na lua do horizonte ou da metáfora.
Fogem-nos de segundo a segundo. A frase
do romano gasta-se, as noites roem o mármore.


Jorge Luis Borges (1985)
in Os conjurados
Editora Difel, 2ª ed.
Tradução de Maria da Piedade M. Ferreira e
Salvado Teles de Meneses

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